FIFA: la hora del cambio
El viernes 26 de febrero, las 209 asociaciones que la forman están citadas en el Hallenstadion de Zúrich para empezar una nueva era.
La FIFA encara esta semana, con la elección de un nuevo presidente y la aprobación de una serie de reformas el momento clave, para intentar recuperar la credibilidad y la estabilidad después de diez meses de escándalos por corrupción.
El viernes 26 de febrero, las 209 asociaciones que la forman están citadas en el Hallenstadion de Zúrich para empezar una nueva era y acabar con la peor etapa en los 111 años de historia de la organización que gobierna el deporte rey.
Para ello, será necesario que el Congreso respalde las propuestas para reformar y mejorar el modo de gobierno, la transparencia y la cultura de la FIFA, además de elegir un nuevo presidente tras la forzada renuncia de Joseph Blatter a principios de junio.
De momento, cinco candidatos optan a ocupar el despacho que el dirigente suizo ha habitado durante 17 años y en el que llegó, incluso, a iniciar un quinto mandato tras ser reelegido en el Congreso de mayo.
El secretario general de la UEFA, Gianni Infantino, el jeque de Bahrein Salman Bin Ebraim al Khalifa, presidente de la Confederación Asiática desde 2013, Jerome Champagne, exsecretario general adjunto de FIFA donde trabajó entre 1999 y 2010, el sudafricano Tokyo Sexwale, asesor de FIFA contra el racismo, y príncipe Ali Bin Al Hussein, presidente de la federación de Jordania y único rival de Blatter en las elecciones del pasado mayo.
La elección del presidente será el momento cumbre del Congreso y también de una semana en la que las Confederaciones que forman la FIFA cerrarán en Zúrich su posición para la votación durante las reuniones que celebrarán sus comités ejecutivos los días previos.
Algunas han anunciado que votarán en bloque y otras han demostrado su apoyo a un candidato, como es el caso de la UEFA con Gianni Infantino, aunque esto no significa que las federaciones que la integran deban respaldar al dirigente ítalo-suizo.
El presidente será elegido con voto secreto. Para resultar ganador son necesarios dos tercios de los votos emitidos en la primera votación, mientras en la segunda y las posibles posteriores es suficiente una mayoría simple.
En caso de mantenerse más de dos candidatos se eliminará al que menor número de votos obtenga después de cada votación.
Las reformas de funcionamiento y gobierno necesitan el voto a favor de tres cuartas partes de los miembros presentes con derecho a voto y los cambios, que limitarán los mandatos presidenciales y eliminarán el Comité Ejecutivo para crear en un nuevo consejo supervisor y una comisión de gobernanza, entrarán en vigor 60 días después del congreso.
Antes de eso, y en un afán quizá de demostrar normalidad, la FIFA abrirá el día 28 al público su nueva joya, el Museo del Fútbol Mundial en el centro de Zúrich, una iniciativa que ha supuesto una inversión de 140 millones de francos suizos para la remodelación y reforma del edificio, que prevé la mejor ubicación para el trofeo de la Copa del Mundo.
La apertura del museo formaba parte de la agenda de la FIFA en 2016, pero no el resto de actos de esta semana ni el Congreso Extraordinario, que fue convocado después del celebrado en mayo y en el que se reeligió a Blatter.
Aquella reelección, en la que el suizo conservó la presidencia, se produjo horas después de las primeras catorce detenciones -siete directivos y el resto personas vinculadas a la FIFA- por la investigación que el FBI lleva a cabo por casos de corrupción.
La misma, en colaboración con la justicia suiza, provocó más arrestos el 3 de diciembre. Estados Unidos lanzó más acusaciones contra 16 altos cargos y exdirigentes. La investigación por sobornos que alcanzarían los 200 millones de dólares incluyó 92 cargos por delitos como organización mafiosa, fraude masivo y blanqueo de dinero.
Después de las primeras detenciones la Comisión de Ética, independiente de la FIFA, que el propio Blatter impulsó tras las sospechas por la elección de Rusia y Catar como sedes mundialistas para 2018 y 2022, endureció su proceder y empezó a expedientar dirigentes.
Entre sus "víctimas" figuran el propio Blatter y su considerado delfín, Michel Platini, además del secretario general, Jerome Valcke, ahora inhabilitados y relegados de protagonistas a meros espectadores de un momento histórico para el fútbol mundial.
EFE